Sangre de horchata by Luisa Castro

Sangre de horchata by Luisa Castro

autor:Luisa Castro [Castro, Luisa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-01T00:00:00+00:00


11

Esa tarde había que andarse con pies de plomo. Amelia circulaba como una sonámbula por la casa y me interceptó en el pasillo, nada más salir de la habitación de Ricardo. Surgió de la cocina con un trapo espanta moscas.

—Acabo de hacer crêpes, ¿quieres una? Anda, que te sentarán bien. Esas cosas que coméis afuera son una porquería.

—¿Pero tú no libras hoy?

—El señor Leonardo me ha pedido que me quede, por si necesitas algo —dijo la muy bruja.

Era sábado, la hora de que se marchara. Pero Leonardo la había dejado de centinela mientras él y mi padre seguían acorazados en su fortín.

—No necesito nada, muchas gracias, Amelia. Creo que me voy a dormir.

—No sé, Belén… Por si quieres hablar o para lo que sea… —murmuró ella por lo bajinis—. Estoy aquí, en la cocina. Tú no te sientas sola, que estoy aquí.

Una de las cosas que tengo grabadas a fuego de mi infancia es que no se debe hablar jamás con el servicio. Nunca entendí el porqué de aquella prohibición, pero esa vez lo comprendí: se compadecía de mí la muy víbora.

—Pues claro, Amelia. Si veo que me da algo te llamaré, no te preocupes.

Y también yo le cerré a ella la puerta en las narices.

Estaba de nuevo sobre mi edredón, mi sangre otra vez fluyendo por mis venas, cuando vi que habían entrado varios mensajes en mi móvil. Dos eran de Tito, totalmente previsibles. Seguía insistiendo en mantener el contacto: «Si necesitas ayuda, llámame. No te vayas por los cerros de Úbeda, ¿vale?». Demasiadas metáforas. También mis amigas insistieron y llamaron un par de veces. Pero había otros mensajes de Sergio el escueto. Empecé a llamarlo así al hermano de La Floresta. Aquel chico apenas usaba palabras, solo archivos jpg: «Hola», decía uno de sus mensajes, «¿Cómo estás?», y a continuación una de las imágenes de mi cara ante su cámara, nuestro souvenir de la mañana. Y así hasta siete vídeos. Me preguntaba por qué tantas caras diferentes. Miraba una y otra vez mi cara, la de siempre, y me parecía la de una extraña, una joven desconocida que se hubiera introducido en mi cuerpo y se paseara por mi mundo. Yo estaba tirada en mi cama, la de siempre, pero nada era ya lo de siempre, y aquellos mínimos vídeos de la mañana en La Floresta daban cuenta de esos cambios repentinos. En la tercera imagen que me envió me asombró verme tan parecida al retrato de la abuela. Era una pose muy antigua la mía, mirando hacia el pasado, como evadida. No se notaba nada que acababa de enterarme de la noticia bomba. Sería una buena actriz, eso me había dicho Sergio en su cuarto, y evoqué sus palabras ante aquellas imágenes como una revelación. A lo mejor allí había un clavo ardiendo al que agarrarse, un pasaporte para una nueva vida. Me iría de casa, me haría actriz y en las manos de Sergio viajaría por todos los festivales del mundo. Mientras pensaba en esto subí una de aquellas fotos a mi Instagram.



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